Extractos sobre Bergamín y el exilio

Publicado el 22 de noviembre de 2016, 22:45

Dado que la Historia de la Literatura Española sigue cumpliendo una función, si no única, sí fundamental en la canonización de escritores nacionales, un escritor tendrá serios problemas en ser canonizado si no logra integrarse en esa historia que, no lo olvidemos, es una historia de la nación.

Max Hidalgo

Dado que la Historia de la Literatura Española sigue cumpliendo una función, si no única, sí fundamental en la canonización de escritores nacionales, un escritor tendrá serios problemas en ser canonizado si no logra integrarse en esa historia que, no lo olvidemos, es una historia de la nación.

El canon (lo digno de ser leído), la tradición (la conexión de la obra con un discurso legitimador y unas prácticas que permiten reconocerlo) y, finalmente, la nación (espacio político-jurídico que da territorialidad, en el espacio y en el tiempo, a los dos problemas anteriores) quedan así agavillados en un único problema. Ese canon, sometido siempre a crítica y revisión en las sociedades que tienen un campo cultural relativamente autónomo, es la última abstracción de toda una serie de procesos sociales en los que participan los agentes productores de la cultura. Sin temer ser demasiado expeditivos, podemos decir que la canonización de un texto pasa por su edición (industria editorial), por su tratamiento historiográfico (propio de la academia) y, finalmente, por el trabajo de la crítica (promovido básicamente a través de la academia y del periodismo). […]

Sin el trabajo editorial y el de los comentaristas, no sería posible la constitución de un clásico ni de una obra canónica. En esas lecturas críticas la literatura se vuelve sobre sí y, tocando sus límites, se constituye como tal. La literatura moderna es, precisamente, la aventura a través de la cual la literatura se busca a sí misma sin jamás encontrarse, abriendo el movimiento que le es propio. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando una obra queda desgajada de ese bloque (que, no hay que olvidarlo, es un bloque histórico)? ¿Qué ocurre cuando una obra es arrojada por la borda o queda a la deriva, separada del espacio natal, del espacio nativo de la nación? […]

Desde su expulsión del espacio nacional, puede comprobarse cómo la situación política del escritor se comunica, por fuerza, a su escritura. La posición de enunciación del escritor –su relación con los discursos contemporáneos–, hasta entonces firme y claramente definida, se va a ir viendo tocada de irrealidad a partir de 1939. La España republicana, fuertemente articulada a través del conjunto de prácticas y de mecanismos que constituyen la existencia de un Estado, se convertirá en una España peregrina que, al poco tiempo –y descubriendo la ausencia de suelo nacional en el que volver a anclar sus raíces en un territorio–, se tornará espectro de sí misma: realidad fantasmal en la que se mezclan los tiempos y pierden consistencia las categorías.[…]

De ese modo, el teatro de Bergamín no puede ser leído sin sacudir las categorías políticas y estéticas que aplicamos comúnmente a los textos. Dado que es un teatro fronterizo, abierto a “rutas infernales” (Bergamín, “Acotaciones a Medea”) –en los límites del espacio nacional, en los límites del teatro y en los límites de la literatura–, por fuerza tiene que interpelar a nuestro discurso, desestabilizándolo. De ese modo, al acercarnos a una “obra” como ésta, nunca podemos saber si lo que la hace extraña son sus propios límites o los nuestros.

 

Max Hidalgo Nácher. Universitat de Barcelona. “Los límites del teatro de José Bergamín y el exilio como contra-tiempo”, Revista Chilena de Literatura Noviembre 2014, Número 87, pp. 163-181.

Fuente original: http://www.revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/viewFile/33829/35541

 

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