«Mito made in USA», los fundamentos de la cultura dominante

Publicado el 5 de marzo de 2024, 11:51

Reseña de Mito made in USA, de Xan Eguía (Dyskolo, 2024)


Si nos referimos a los mitos es casi seguro que nuestro pensamiento se traslade instantáneamente a esas epopeyas lejanas, vinculadas a civilizaciones pasadas, que con poca influencia ya en nuestros días se recogen en libros o trabajos antropológicos. Si nos detenemos un instante, quizá también relacionemos la palabra mito con alguno de los personajes actuales que pueblan nuestras pantallas o llevamos en nuestra memoria, sean estrellas del cine, del deporte o de la música. Su éxito puede ser analizado en base a la popularidad, las ganancias en sus negocios o los hitos profesionales. En la era del conocimiento y la tecnología los mitos parecen quedar relegados al mundo del espectáculo o ser figuras para el recuerdo.

En Mito made in USA, Xan Eguía (Vigo 1975) considera por el contrario que “el pensamiento mítico, mágico, está ahí, campando a sus anchas, carcajeándose de quienes lo daban por muerto. Narraciones, ideas, personajes que suponen una visión de lo bueno, lo ontológicamente correcto, un modelo de conducta. Disfrutando de los golpes del héroe de turno en la gran pantalla, validando actitudes de apolíneos deportistas. Adorando una idea de patria. Odiando una idea extraña”.

En su libro Eguía se lanza a una búsqueda del sentido mítico en la cultura popular. En este caso, centrada en los Estados Unidos, exportadores de cultura mainstream de forma global.

Esto, como podemos suponer, implica una forma de entender el mundo, una idea acerca de bien y mal, una ideología. Por supuesto una estética, géneros propios y héroes como el cowboy y su mito de la frontera, los presidentes, sus actitudes y discursos. Los superhéroes, la llamada white trash, asesinos en serie como Unabomber, la utopía del cine familiar de los 80 y un largo etcétera.

El texto trata de analizar y buscar otras formas de comprender, desde el punto de vista de la mitología, estas alegorías y cómo nos influyen hoy en día. Si es cierto que la nueva cosmogonía nos ha inducido a aceptar que el éxito es tener y consumir –el poder que nos permita satisfacer nuestros deseos, sin medida, sin límite–, entonces el mito americano, donde la desmesura es algo patente, no será una actitud denostada.

Estados Unidos tiene el poder. Y gracias a su mito originario, en el que creen y al que otorgan poderes constituyentes, el pueblo puede aspirar a lo más alto. “Encomendándose a Dios, el héroe, self-made man, triunfará en su lucha individual, símbolo de la lucha espiritual de la nación”, apunta Eguía.

Peleando por la democracia (entrecomille el concepto, subráyelo o marque en negrita, a su gusto) en las oficinas de un periódico como Robert Redford en Todos los hombres del presidente, derrocando a Sadam o combatiendo a Hitler en las páginas del primer Capitán América. Sus presidentes, o sus soldados, son como reyes aqueos desembarcando en las playas de Ilión, la inmortal Troya (léase Normandía). In God we trust, reza el dólar.

Si en lo que respecta al contenido el libro se mantiene un equilibrio entre las descripciones, amenas y directas, para el lector y la precisión conceptual de términos académicos, atendiendo a su estructura nos espera una original propuesta no basada en capítulos sino en enmiendas, jugando con conceptos americanos muy conocidos y citados en numerosas ocasiones como si de las Tablas de la Ley se tratasen.

Así, en la Primera Enmienda se abordan las cuestiones de la libertad de expresión y religiosa, planteando al lector una aproximación desde la mitología escondida en el billete de dólar, una plausible defensa de la propiedad privada por parte de Superman, o la descripción de lo que significó la censura que sufrieron los cómics y la vida de john Edgar Hoover, primer director de la Oficina Federal de Investigación de los Estados Unidos (FBI).

La Segunda Enmienda, una de las más interesantes del texto, nos adentra en la figura del cowboy como mito de origen, para ayudarnos a entender el concepto de frontera, el medio oeste, las políticas de los presidentes cowboy (Roosvelt, L.B. Johnson, Reagan) y lo que hoy son nuevas fronteras.

En la Tercera Enmienda se alude al ejército, analizando el arquetipo que sirvió de herramienta ideológica, propagandística, para demonizar primero a los alemanes y posteriormente a los soviéticos, y encumbrar a héroes americanos.

Las enmiendas siguientes se centran en cuestiones como la esclavitud, vista desde la perspectiva del deporte-mito y las conexiones de los “héroes” actuales de la NBA; la propaganda y la ideología, estudiando el famoso discurso Yes we can de Barack Obama y la idea de presidente como arquetipo; el sincretismo de la población afroamericana; el desarrollo de la sociedad norteamericana en el siglo XX a la luz de la Ley seca, el jazz o el crack del 29; y la visión clásica de la mujer, sirviéndose para ello del arquetipo femenino a través de clásicos del cine de Hollywood, cómics de los años 30 y 40 o sobre conceptos como pin-up, femme fatale, vamps o la histeria como enfermedad femenina.

Sin tratar de realizar una descripción exhaustiva de los numerosos temas que el autor saca a colación ni de los modelos utilizados de los que se sirve para su tarea, baste aclarar que la intención del autor es “crear una madeja de ideas, personajes, conceptos propios de la mitología que nos hagan sentir la presencia de lo mítico de diversas formas. Que podamos percibirlo y analizarlo”. Y como en toda red de sentido construida, “se retoman temas, se enlazan, se superponen. Por supuesto, con intención de hacer asequible la lectura a cualquier lector, de ahí la división de capítulos y de volver sobre diversos temas desde enfoques diferentes”.

Pero la crítica al mito americano (conjunto, en realidad, de múltiples creencias ampliamente extendidas) no estaría completa si no fuéramos conscientes de lo que implica el consumo habitual y cotidiano del mismo, y es el propio autor quien entona el mea culpa al reconocer que

de niño disfruté del Tarzán de Johnny Weissmüller, de apaches de ojos azules, de La Masa cuando todavía no era The Hulk. Viví amagos de infarto cuando el monstruoso E.T. al fin aparece en la pantalla de cine, o con el estreno en nochevieja del Thriller. Kurt Cobain y animadoras con tattoos y símbolos de anarquía. Una manzana mordida. El World Trade Center. ¿Te gusta la Coca-Cola, Baby Joda, John Wick? ¿Netflix, el rock’n’roll o el rap? Entonces sí, eres cómplice.

Es claro que cada quien tiene sus propios mitos, que le ayudan a descifrar el mundo en el que vivimos, estructuran su escala de valores y le encaminan hacia una estética presidida por la televisión, el cine, la literatura, el arte o las tradiciones propias. Y que, por supuesto, todo ello condiciona nuestra ideología, nuestra forma de ser y de pensar. Pero conviene parase de vez en cuando detenerse y analizarse, de dónde procede nuestro ser irracional y qué parte forjamos a partir del análisis y la reflexión, no basta con que los demás corroboren nuestras creencias, moral o costumbres. Y en eso, el libro de Xan Eguía es una pertinente herramienta de autoexamen.

 

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